jueves, 28 de julio de 2016

las venas (aún) abiertas de américa latina



Hablaba hace pocos días, a raíz de una de esas preciosas frases que solía decir el Subcomandante Marcos, de una de las lecturas (de cuando creía que podía cambiar el mundo), que me desmontó el pequeño oasis de paz en el que vivía hasta entonces: Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. El libro se publicó el año que nací, 1971, y cuando lo leí, creo que en el 94, mantenía una tremenda vigencia. Ahora, transcurridos 45 años desde que viese la luz, pena y miedo se reparten a partes iguales mi corazón al releerlo. Pena por que el mundo y América Latina están mucho peor que entonces; miedo por no saber dónde puede llegar un hombre con su avaricia y su crueldad. Pena y miedo porque ahora soy padre y pienso a diario en el mundo que le quedará a mi pequeña.

Me recuerdo en Alcaine, sentado en la orilla del rio Martín, leyendo al atardecer las páginas más tristes que había leído hasta entonces: la historia de un continente condenado históricamente al despojo y a la pobreza. En su recorrido por la historia de los últimos 5 siglos, Galeano habla de la explotación extranjera de los recursos naturales, desde la plata de Potosí y el oro de Brasil hasta el petróleo venezolano; de la esclavitud y de las matanzas de indígenas que han ido pasando de manera recurrente durante su historia; de los latifundios creados para abastecer de azúcar, el cacao, el café o el algodón al mundo rico; de las multinacionales que se han establecido en el subcontinente a cambio de tener fuerza de trabajo casi gratis y de llevarse toda la riqueza generada y más; de los tratados comerciales (ese “libre comercio” falso que está tan de moda con el TTIP y otros acuerdos) que nunca favorecen en nada a los pobres; de todos los dictadores y torturadores impuestos por el poder estadounidense; del endeudamiento y la pobreza a los que han llegado los países latinoamericanos gracias al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, esbirros del imperialismo ; de Túpac Amaru, Emiliano Zapata, Simón Bolívar, Salvador Allende y José Artigas; de los incas, los mayas y los aztecas, culturas que desaparecieron gracias a los españoles que llegaron al otro lado del Atlántico.

La historia de América Latina es la de la África colonial, la de la India y la de tantos lugares. Los que invaden varían un poco, aunque sean hijos de la misma madre. Los que sufren el despojo, la muerte y la pobreza, también son los mismos, casi siempre con la piel más oscura que tú y que yo.

El último capítulo de la edición que manejo explica la visión del autor en 1978 desde su exilio en Calella. Explica que la mejor crítica que podía recibir su libro fue ser prohibido por las dictaduras de Uruguay (su país), Chile o Argentina. Ahora, en teoría, hay democracia en esos países, pero con los intereses capitalistas americanos bien protegidos, por supuesto. “No dejan ver lo que escribo, porque escribo lo que veo”, cita el autor a Blas de Otero.

Hugo Chávez regaló un ejemplar de Las venas a Barack Obama en la Cumbre de las Américas de 2009. Me quedo pensando en Obama, el hombre que iba a cambiar el mundo y que se va a retirar sin pena ni gloria, dejando su país en manos de uno de los dos candidatos que han salido de las respectivas convenciones, a cual de ellos peor. ¿Para cuándo dejan los Estados Unidos el compensar a todos los países que explotan, manipulan y empobrecen desde hace décadas y décadas? O, al menos, ¿cuándo dejarán de hacerlo? Tal vez eso no nos interese, ¿verdad?

Antes decía que cuando era joven creía que podía cambiar el mundo; ahora no lo creo, ahora sé que puedo cambiar el mundo, que debo cambiar el mundo. “Muchas personas pequeñas en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”, ¿recuerdas?

Cambiamos el mundo cuando no compramos un smartphone fabricado en una fábrica china donde no existen derechos laborales, usando coltán y otros minerales extraídos en la R. D. del Congo por niños esclavos. O haciendo que el que tenemos dure un añito más; eso también es importante. O comiendo una lechuga ecológica cultivada cerca de casa en lugar de una venida de no-sé-dónde, y que contiene no-sé-qué. O no bebiendo Coca-cola y no comiendo en McDonald’s, claro. Eso siempre queda bien: boicot a los imperialistas. El mundo lo cambia la información, la educación y la cultura, todo eso que está en manos del poder, para que no esté en manos de la gente y la gente decida hacer algo bonito y bueno con ello. Eso es lo que hay que cambiar…

Citar frases de Galeano puede ser siempre inacabable. Algunas que definen para mí el libro:

“El principal producto de exportación de América Latina, venda lo que venda, materias primas o manufacturas, son sus brazos baratos.”

“El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia.”


"Escribí Las venas para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar los interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha? 

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